Te miro. Hacia mucho tiempo que no navegaba en ese mar profundo de tus ojos grises. Sin percatarme y como en un sueño de antaño, comencé a bailar descalza aquel vals que arrullaba mi oído, mientras me besabas. El recuerdo de tu sonrisa traviesa, blanca como la luz más brillante, suspendida en aquellos labios, gruesos y tibios, me alcanza, me embriaga y desacelera el ritmo de mi espacio.
Descubro que te observo con cara de idiota sin remedio, siete años...suspiro, siete... Parecieran menos, quizá si lo miras desde tu ángulo recto... matemáticas... nunca fueron de mi agrado, sobre todo al sumar todas las mañanas que anhelaba despertar entre esos brazos blancos, largos, níveos; las muchas tardes que esperé sin sentido aquel timbre paralizante del teléfono y cuando al fin... llegaba la nada, el silencio, la mirada perdida y un: no es para ti, me congelaba los huesos, me carcomía el alma. Largas las noches que me sumergía en brazos extraños, que quemaban mi cuerpo, consumían mis restos, cual llama que devora el leño seco y abandonado en el desierto. Y juré amor a quien me recogió en pedazos, solo piezas de aquel rompecabezas que un día fue mi vida. Palabras... espinas huecas, mentiras blancas, solo palabras. Y aquella tarde, gravé tu rosto, yo lo sabía pero no quería saber. Solo tu voz y aquellos ojos, yo los miré, no había nada.
Sentí el frío de la muerte y estaba tan viva, tan viva, tan tuya y tan muerta. Soñé nacer en otro tiempo, tal vez otro universo, lejos del dejabú de tu presencia. Minutos, horas, días que se tornaron meses y años de este tiempo que no perdona, que no olvida, que no falla.
Siete años y el amor no ha muerto, esta ahí, callado, escondido en la oscuridad de mi silencio. florece en mi enojo, se escapa en las mariposas de mi vientre y fluye en el cristal de mis palabras y en un suspiro digo tu nombre, te deseo.
Siento mis manos recorrer tu espalda, que no termina en el círculo de mis brazos y que se extiende como el horizonte bajo mi cielo, para aferrarme a tus caderas que cortan como navajas, estrechas, firmes, ralas. Mi rostro se hunde en tus cabellos fieros y el dulce incienso que se confunde con lavanda se adentra en mis sentidos, me enloquece, me arrebata... y me despierta el vacío de mi abrazo.
Sola... frágil y asustada, por compañía la pantalla, bajo mis dedos el teclado frío e inerte. y desde los píxeles de una ventana virtual me observa el tiempo congelado, tu tiempo, sin saber que descubro una línea que marca tus abriles, allí en tu frente...debajo de tus párpados, allí hay un pliegue en tu barbilla y crece el bello en tus mejillas y encima de tus labios, duro y rebelde; hilos de plata adornan tu cabeza. Sonrío al verte humano y no un ensueño.
En tu hombro descansa una sonriente joven de cabellos de oro, se ve feliz y satisfecha. Tú estás sereno, lejano. Tu brazo sostiene un ángel en tu regazo, pequeña gota de rocío que inspira un arsenal de mimos y caricias. Todo ha cambiado, no somos los de antes. Ha sido solo un espejismo del pasado amado, cosas del destino, quien sabe, que cruza nuestros pasos. Y esos grandes ojos grises, océano invernal...
Se mueve el mause... un click, ¡despierto!. Fué mi mano...es tarde, ya acepté, somos amigos en facebook.
Yury
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