Duele la palabra en la mano que no sueña con el verso. Duele aún sin saber que le hinca en lo más profundo de su prosa. Aquella mano que se niega a la pluma y al papel. Duélele tanto, que cuando se abre, de sus dedos brotan caricias al vacío.

viernes, 16 de noviembre de 2018

¿Quien me pare la esperanza?

Y si dejo de soñar y me sumerjo en la rutina.
Y me vuelvo predecible y robótica.
Y se me muere la locura y se me secan las lágrimas.
Y se me congela la sonrisa y se me oscurece la mirada.
Y si dejo de soñar y el amor se petrifica en los retratos.
Y el azúcar se enmohece en el estante.
Y los besos se esconden en la almohada.
Y la luna me ignora y el cielo me aborrece.
Y si dejo de ser mujer y libre.
Cuenco y arrollo.
Verso y alpiste.
Y si dejo de soñarme enamorada.
Y mis brazos no te alcanzan.
Y mi cuerpo es piedra helada.
Que será de mi sueño que te busca.
Que será de mi misma y del regreso de la nada.
Que será si soy torbellino y loto.
Y si dejo de soñar quien me pare la esperanza.

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