Duele la palabra en la mano que no sueña con el verso. Duele aún sin saber que le hinca en lo más profundo de su prosa. Aquella mano que se niega a la pluma y al papel. Duélele tanto, que cuando se abre, de sus dedos brotan caricias al vacío.

domingo, 24 de diciembre de 2017

El reloj del tiempo

Cómo le digo al corazón que pare de llorar?
Qué hago con el manto de dolor que me cubre el alma?
Mis ojos ya no tienen lágrimas para lavar mi tristeza.
Mis abrazos ya no calman mi soledad.
Cómo le digo al espejo que soy yo la imagen que refleja?
Qué hago con el tiempo que se escurre de mis manos?
Quien me dice que está todo bien, que pronto esta herida sanará?
Las palabras no llenan los vacíos en mi pecho.
Quién pudiera tener el reloj del tiempo...

domingo, 30 de julio de 2017

Julio sin ti

Estoy de pie al borde del camino, sin saber si continuar o esperar el tren. La sombrilla apenas me cubre de los rayos penetrantes del sol, el calor es sofocante.
_ Caminas conmigo hasta la próxima estación?
Levanto la mirada hasta la esfera amarilla que me quema el iris indeciso. Aparto de tajo la luz resplandeciente con la diestra sudorosa.
_ Por la altura es casi mediodía. Ya debería estar aquí. Como se demora caramba!
_ Vamos anda!
Partimos en fila india. Yo voy detrás de los cabellos lacios y oscuros. Voy cabizbaja, pateando las piedras que reposan encendidas entre las líneas de hierro oxidado y los tabloncillos rancios. Me pregunto cuántos años tendrán. Como de costumbre no preste atención a la clase de historia.
Me gusta caminar, siempre que salgo de guardia rechazo irme en la guagua y por más que algunos pacientes y conocidos insisten en llevarme, prefiero caminar hasta casa, el olor de la tierra es tan relajante. Pero hoy los vapores que suben hasta mi nariz son confusos. Es una mezcla de incienso y humedad.
_ Falta mucho para llegar?
Se vuelve sobre sus talones y me mira con ojos inquisitivos. Tan oscuros que me duele el pecho y bajo la mirada nuevamente hacia la punta de mis zapatos empolvados.
_ Es que hace mucho calor hoy. No tengo sed, pero quisiera sentarme un rato bajo ese flamboyan. Te animas?
_ Mientras no nos demoremos...  _ siento su miraba intensa en el centro de mi garganta, de pronto cambia el tono y espeta _ Por que no!
_ Pa´ luego es tarde!
Rechazo la piedra que casi quema mi mano y me tiendo boca arriba en la hierba seca.
_ Échate aquí conmigo... está soplando un poco, tengo la sensación que va a llover esta tarde _ carraspeo.
_ Aquí nunca llueve, no si tú estás.
_ Eh? Que tendré que ver yo con la lluvia? Te escapas! _ suelto la carcajada y me mira sorprendido, hace una mueca y casi esboza una sonrisa pero algo le ensombrece el rostro pálido y se detiene con el entrecejo absorto en la lejanía.
_ Este viaje se me hace pesado, no es que me queje, la verdad me gusta así.
_ Que cosa?
_ Que me gusta, no hay nada como una buena caminata de regreso a casa.
_ Estas demente _ sonríe con tristeza._ Nunca entendí tus manías, pero me agradaba tanto verte sonreir que te dejaba acabar con la quinta..
_ Y con los mangos!
Esta vez reímos a carcajadas los dos. La tarde comienza a oscurecer y el viento sopla con fuerza. Muchas nubes se agolpan y en la distancia se escucha un silbido largo y penetrante.
_ Sabes que no es este el tuyo!
_ No! yo me voy contigo! _ le digo con un nudo infame en el medio de mis palabras.
_ No empieces con majaderías... Yo voy a casa primero. Tú tienes otras promesas.
_ Espera el próximo! Aún falta para el anochecer. Cuentame de ti, hace mucho que no te veía.
_ Estoy bien y eso es lo que importa. No me ves?
_ Quiero pensar que lo estás...
Se hace un silencio perturbador. Observo sus largas piernas y brazos, los hombros anchos que otrora me llevaran a horcajadas. La tez morena y las arrugas que se dibujan en el ángulo externo de sus ojos... vestigios de alegría. Caen las primeras gotas, refrescantes y pequeñas, se agolpan en mi rostro.
_ Me vas a recordar?
Suelto la carcajada _ Recordarte? Já! Ni que no te fuera a ver más! Yo me voy a pie, pero ahorita nos vemos en casa.
_ Si... ahorita. Bueno, ahí viene! _ Suspira mientras se incorpora de un salto. Te quiero mucho loquilla mía.
_ Y eso a que viene!_ le digo sorprendida, pero conociendo su corazón suave le respondo _ Yo también te quiero, de aquí a la luna, ida y vuelta _  y le abrazo emocionada.
_ La próxima estación, está a una lágrima... iré delante, el tren ya se acerca.

No entendiendo muy bien su intención afirmo con la cabeza. _ Quieres mi sombrilla?
_ No, a ti aún te va a hacer falta, es extraño pero se acerca una tormenta.
_ Extraño?
_ No dejes de cantar, soy feliz cuando lo haces.
_ No dejaré de hacerlo, lo prometo. Pero por qué dices eso? Esto no es una despedida!
_ No, no lo es, siempre estaré contigo, ahí! _ Señala mi pecho y un trueno estremece mi cuerpo.
No puedo responderle, algo se quiebra muy profundo. Como si se abriera una herida en el centro de mi alma. Él sonríe y su palidez se torna luz, una luz intensa y azul que atrapa mi pupila, la fulmina. De nuevo otro silbido, esta vez parece más una trompeta en pleno Si. Tan intenso es que me anudo mientras cubro mis oídos. Se desata la lluvia, el dolor es insoportable. Me incorporo, abro los ojos mientras seco mi rostro lleno de lágrimas. Estoy parada frente a mi cama. Sonrío con pesar.
_ Siempre te voy a recordar... siempre.






domingo, 21 de mayo de 2017

Poema sin nombre


Me voy y ya no podrás verme,
ni en sueños voy a caminar tus noches.
Estoy cansada de tanto reproche
y andar a hurtadillas no es mi fuerte.

Quería solo por última vez
haberte dicho lo que bien ya sabes.
Pero para el cobarde no hay amor
y estos abrazos calan  mis pesares.

Me voy con mis zapatos de locura,
adonde sea que ya no me encuentres.
Te dejo un beso como Deja Vu
y mis ganas de amarte de pendiente.

Que seas muy feliz en tu estrategia,
de hundir en el orgullo y los esquemas
lo que nació sin gesta y sin espera.


lunes, 2 de enero de 2017

UN DIA CUALQUIERA

Tiempo atrás... en una isla muy muy lejana, había una vez, un médico.                                         
  "A mi madre, la mujer más extraordinaria del mundo''
 Timor Leste, 27 de febrero del 2006.     
                                       
 Hoy es un día cualquiera, pienso mucho en Cuba, sueño con ella, le canto a ella, le escribo a ella. En estos pocos meses que llevo viviendo fuera de mi país he aprendido cosas que en muchos años no hubiese logrado en mi tierra. La distancia que nos separa de lo que nos pertenece, el encontrarse fuera del seno de los nuestros, en suelo extraño, con idioma e idiosincrasia ajenos, la soledad y la adversidad nos obliga a aprender, a cambiar. Sí, no soy la misma que salió de Cuba un 11 de septiembre, mi vida ha dado un giro de 180 grados, mis formas de pensar y actuar ha cambiado. He aprendido a valorar en realidad a la familia, los amigos, mi tierra, que son la alegría más grande que un ser humano puede tener, un tesoro inestimable. Siempre escuche de mi madre "Nuestro vino es amargo, pero es nuestro vino.", solo hasta ahora supe lo que significaban sus palabras; cuántas equívocas veces pensé que era prepotencia y orgullo de su parte, ahora comprendo que no era eso.
 Los días pasan y se vuelven meses y ya pronto hace un año que me encuentro tan lejos. Tengo la certeza de que es una experiencia fantástica, la mezcla de culturas, religiones, lenguajes nos abre el conocimiento hacia nuevos horizontes, nos hace ver más lejos de nuestras narices, nos demuestra que dejó de ser importante el "yo "   y que impera el "nosotros", que existen personas fuera de tu mundo, con un color de piel diferente, otros rasgos, otros estilos de vida y sin embargo comparten tus mismas necesidades y penurias, sienten, respiran, lloran, ríen, difaman, igual que lo pudieras hacer tú, se equivocan, caen, se levantan, miran hacia el frente y caminan, tal como lo hiciste tú alguna vez.
En este mismo instante el mundo está lleno de contradicciones, pobreza, guerra, enfermedad, extinción; solo por un puñado de qué?... dinero. Inocentes mueren mucho antes de conocer el éxtasis de una mirada diferente, se les niega el derecho a vivir por el simple hecho de que unos pocos se enriquezcan un tanto más. Pero si triste es morir antes de tu tiempo, peor es vivir viendo morir a otros.
Este país vive en la miseria, tanta es, que sus desesperadas acciones por superarla son insostenibles. Las tiendas pobres, abarrotadas de comida que su dueño no puede comer, la cosecha que se oferta en las calles, que no puede aliviar el hambre de el que la produjo, porque el dinero que gana no les alcanza para la escuela o el médico; unas chanclas a mal traer son un lujo para esos pies deformes de tanto caminar descalzos. Un vestido hecho harapos es la reliquia de una niña que lo usa solo los domingos para asistir a misa, luego lo guarda con mucho cuidado rogando que le dure una plegaria más.
El hambre es la peor enfermedad que sufren los pobres, causa males en el cuerpo, te desgasta increíblemente la vida y el alma. El alma, a nosotros los médicos, que sabemos que con medicinas no se le puede curar, que lo que en realidad necesitan es alimento, ropa, cobija, calzado, educación, esperanza…. Nosotros, que nos desvivimos ante un lactante desnutrido que se nos va de las manos, que nos enfadamos con la pobre madre que no nos trajo el niño a tiempo, sin saber que aquella mujer no tenía 7 dólares (una fortuna para ella) para pagar el vehículo que los bajara de la montaña y los adelantara hacia el centro de salud más cercano. A nosotros, que perdemos el juicio porque nos llegó un accidente o un parto complicado y al no tener condiciones para atenderlo lo trasladamos al hospital casi con la certeza que no nos llega con vida, porque el único habilitado que existe, se encuentra al otro lado del país. Nosotros, que al asistir a un paciente en su humilde casa de campesino, notamos con tristeza y amargura, que la misma es un pequeño local que cuenta con una mesa vieja, una cama de madera toda, sin sábanas, sin almohadas, sin colchón, en donde duermen todos sus moradores, pensamos, por ser la única visible. Cuando los cuentas, pasan de diez un rehilete de niños que se llevan solo unos meses de diferencia, descalzos, desnudos, que te miran con los ojos nublados; pero los tuyos no se apartan de sus abdómenes grandes, de sus piecitos sucios, de sus manos que se extienden para abrazarte. En contraste con su pobreza, ellos con toda premura te hacen entrar y te adelantan, limpiándola de antemano, la sola silla que poseen, con vergüenza, porque no tienen nada que ofrecerte y cuando te marchas, se desmoronan en agradecimientos y reverencias, asombrados de que los trates con generosidad sin esperar nada a cambio...
Mi tristeza es mucha, porque estoy muy lejos de los míos, pero se hace mayor e insuperable cuando me suceden cosas así. Como ven, esto es solo un ejemplo de un día cualquiera en Timor Leste, un país que lucha por salir de las garras de la pobreza y brindar a sus hijos un mundo mejor. 
                                                        
                                                                                                           Yury