Duele la palabra en la mano que no sueña con el verso. Duele aún sin saber que le hinca en lo más profundo de su prosa. Aquella mano que se niega a la pluma y al papel. Duélele tanto, que cuando se abre, de sus dedos brotan caricias al vacío.

jueves, 25 de febrero de 2016

Final

… de otro, será de otro, como antes de mis besos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido…
                                                                 Neftalí.


­_ ¿Ya no me amas?
_ No. Ya no te amo.
Lo miró fijamente, los ojos se clavaban en los de él como dos cuchillos afilados. Él no podía entender su rostro frío, no podía creer en aquella expresión ajena, no quería escuchar lo inevitable _ No me ama, ya no me ama… El mar se apoderó de sus pupilas oscuras, palabras en su garganta que parecían retorcerse como alacranes en celo. Apretó los labios aguantando la pregunta que se precipitaba en la punta de su lengua muda…
_ Vete, ya no te amo más.
Se levantó del banco con el peso de los cielos a sus espaldas. Ella lo vio más viejo que antes. La frente marchita, los labios pálidos y finos, los ojos incrédulos y desorbitados que escudriñaban en el suelo húmedo algún rastro de lo que un día fue. Ella se cruzó de brazos, él dio un paso más solo para volverse sobre sus talones y encararla por última vez. Podían contarse los pasos entre los dos, pasos que parecieran leguas, kilómetros, abismos. Ella se levantó como se levantara Napoleón en sus pequeños pies, caminó hacia el rostro compungido y espetó:
_ Se acabó, tú lo mataste, tú_ Y endureció aún más la mirada castaña.
No pudo, la lágrima infame se apresuró en su mejilla y otra, y otra… Tembloroso hizo un ademán torpe y su gruesa diestra intentó alcanzar la implacable y diminuta figura que se alzaba como gigante de piedra. Pero fue en vano, ella retrocedió como lo hace el fuego ante el agua que amenaza. Dio media vuelta y partió en silencio.

Ella lo observó alejarse como una sombra en la penumbra de la tarde espesa. Y mientras se alejaba, como las piedras en el desfiladero caían sus hombros. Los de él, los de ella. Se agarró el pecho y se dobló de dolor. En una mueca descompuesta estalló, sin gritos, sin lamentos, solo el llanto que a ríos se desbordó por sus mejillas y labios _ Ya no te amo, no te amo…

                                                                                                                   Yury

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