1. Con ese tamaño no vas a calificar para ningún deporte!
Tenía 19 años, recién ingresaba a la universidad, era requisito pertenecer a alguno de los equipos de deporte. Observé y medí mentalmente mis escasos 154 centímetros y con pesar supe que sería un gran reto si quería graduarme de la escuela de medicina.
Hasta entonces ser pequeña había sido más que un pesar, una ventaja. Recuerdo que en preescolar (algunos recordarán esta dulce etapa como el Kinder o el primer año en la Elementary School) mi mejor amiga medía el doble de mi estatura y por su timidez era objeto de bulling para todos. No fueron pocas las veces que tuve que salir en su defensa y llevé varias cicatrices en mis rodillas y codos pues, como es de suponer, con mi endeble figura no lograría salir ilesa. Siempre fui la primera en las filas de las reuniones matutinas y tenia asiento en primera clase en el aula. La maestra me mimaba mucho por mi menudez, que causaba ternura en su mirar antaño. No tener la estatura correcta era algo totalmente nuevo y por un momento quedé en choque.
Por suerte, a mi lado estaba otra buena amiga, la única que hasta entonces no había tenido que defender, sino quien estuvo por mi incluso cuando yo no sabía. Poco tiempo después me enteré que, cuando siquiera habíamos sido presentadas, ya ella se buscaba problemas por mi causa. Llevaba yo moños con cintas de colores en la Secundaria y era fruto de burlas infinitas por parte de muchos en la escuela. Cada vez que alguno hablaba a mis espaldas ella le hacía frente, alegando que mis moños eran muy lindos y que a nadie le tenía que molestar.
El instructor de deporte se quedó mirándola y sin tapujos me dijo, si tuvieras la mitad de la altura que ella entrarías al grupo de Basketball. Ella solo sonrió y me dijo: Por que no seguimos buscando!
La verdad es que hicimos todos los concursos, mientras mi amiga era la número uno en la lista de los aprobados, yo no aparecía ni en la reserva. Hasta que las cosas cambiaron de repente y mientras estábamos sentadas en la tarima del estadio, desesperanzadas y taciturnas, apareció este señor, musculoso y sonriente frente a nosotras.
_ Yo pienso que ustedes dos son perfectas para mi grupo!
Nos quedamos mirándonos la una a la otra con cara de: si fruta fue, mal se cocinó. Le preguntamos casi al unísono si no había problemas con mi tamaño y él se limitó solo a reír a carcajadas. Así fue como entramos al grupo de Karate.
No puedo decirles que gané muchas medallas ni que fui portadora del cinturón negro. Pero guardo lindos recuerdos de aquellos años. Nuestro profesor, un hombre joven pero con un corazón extraño, nunca dudó de la capacidad de superación del ser humano. Fuimos un grupo bien disparejo pero muy entregado a las artes marciales. Y aquí les dejo una reflexión: Ámate tal y como eres. Somos perfectos tal cual nacimos y siempre habrá un lugar en el mundo para cada uno de nosotros.
2. No eres lo suficientemente brillante como para pertenecer a ese grupo!
Estábamos a inicios del curso escolar de la Secundaria Básica. Los profesores seleccionaban los alumnos de cada uno de los grupos que se dividían por números. Pasados más de 20 años del suceso no pretenderán que recuerde cuales eran esos números, por lo que me limitaré a llamarlos por: A; B; C; D.
A mis 11 años conocí las diferencias sociales y ahora les explico por qué. Resulta ser que en los A, estaban los hijos de la gente pudiente de mi pueblo, entre ellos, hijos de médicos, abogados y dirigentes. En los B acomodaron a los hijos de personas conocidas y con buena solvencia económica. Y por supuesto en los C y D quedamos el resto de la plebe. Recuerdo que el mío fue el último de los D. Hija de padres divorciados, madre ama de casa y padre de incierta localización, no podría esperar algo mejor.
A pesar de ello tuve muy buenos profesores y estoy orgullosa de mis colegas. Fue una época maravillosa donde hice amistades que han perdurado a lo largo de los años, hoy varios de ellos, deportistas, abogados, licenciados, maestros, excelentes hijos, padres, esposos de bien y claro está, alguna que otra oveja descarriada (en qué grupo no los hay). Y todo ello gracias a nuestros maestros, quienes confiaron en nuestro potencial y dieron alas a nuestros sueños. Y sobre todo, gracias a nuestro espíritu y abnegación y a la perseverancia y sacrificio de nuestros padres. Y brillamos todo esplendor, por encima del menosprecio.
Es un final feliz cierto? No obstante la pregunta siempre me hinca en medio del estómago cuando tengo que empezar algo nuevo: Eres lo suficientemente brillante?
3. Cuatro ojos pistoleros! Acompañado en varias ocasiones por ``Carlos J. Finay`` o ``No me mires, que me matas``. Todo por llevar espejuelos desde mis más precoces años. De más está decir que continuo usándolos aunque en ocasiones los olvide en la mesita de noche o en el auto. No obstante fue una guerra que desgastó a mi pobre madre, quien me obligaba a llevarlos a la escuela, hasta que un buen día me dejó por imposible.
Luego noté que si no los usaba era peor, pues tengo un estrabismo raro, que me hace hacer muecas horribles cuando entretengo mi cerebro al observar algo fijamente, y las burlas se vuelven entonces imparables. Algunas personas en la actualidad me preguntan si me siento bien, o se enojan pues piensan que las estoy mirando de reojo, así que aprendí que debo dar las instrucciones antes del uso, como hacen con los productos. Las mismas que les doy a ustedes por si algún día llegaran a conocerme. ``Si por un momento me quedo mirándote de forma extraña, o si volteo mi cara en una mueca exasperarte, no creas que es por disgusto o que estoy sufriendo un infarto cerebral. Mándame a poner los lentes, es que soy estrábica``.
4. Tienes cuerpo de panda, como tu abuela.
Ahora imaginen a un panda. Estoy segura que sentirán ternura al solo escuchar la palabra. Pues bien, para mi era la imagen regordeta y poco atractiva de un oso de inteligencia dudosa. Creo que tuvo que pasar algún tiempo para que mi figura criolla empezara a dar luz de femineidad. Hasta entonces, cada vez que me paré frente al espejo, el animalito me miraba desde el cristal. Yo en cambio lo saludaba con mi mejor sonrisa que en el mejor de los casos significaba un vete a la m... Se imaginarán que con el paso del tiempo la criolléz hoy es historia y el panda regresó a hacerme burlas desde el espejo.
5. Tú no eres como los demás niños!
Esta expresión me acompañó por muchos años. No fui una niña muy saludable, así que era más el tiempo que pasaba de certificado u hospitalizada que en la escuela. Mi trauma era la llegada de fin de curso y mis perretas interminables porque quería participar en las actividades pos-curso en las llamadas escuelas al campo, acampadas, campismos, etc. A lo que la respuesta era rotunda y definitiva: Tú sabes que no puedes ir!.
Es cierto, no era como los demás. Otro en mi lugar se rendiría fácilmente. Pero mi espíritu indomable y mi ansias de libertad y aventura, me empujaban hacia mi próxima peripecia. Mi lema: El fin justifica los medios. Hey! no me juzguen, era muy pequeña para conocer toda la responsabilidad que conlleva esas palabras. Acudía a las personas de mayor poder, mis abuelos. Mi abuela no era de las mías, pero mi abuelo era mi estandarte, una palabra suya y todo resuelto, tenia la mitad de la pelea ganada. Después de varias discusiones, casi sangrientas, en la familia... como: Yo soy y la mamá y la gobierno! o... Aquí el que manda soy yo y la niña va! Salía victoriosa. Claro, ello costaba semanas de no hablarse los unos a los otros y al segundo o tercer día se me acababa la fiesta. Cuarenta grados de temperatura y se acabó todo. Gracias a mi adultez y mis estudios terminados hoy disfruto de mi libertad y vivo mi vida como quiero... hasta que regreso a casa en las vacaciones.
6. No se preocupe señora, lo que pasa es que su hija es anti-matemática. Mi profesor del pre-universitario explicándole a mi mamá mi aversión por los números.
Mi querido profesor Alvin, un hombre ilustrado sumamente inteligente. Se acercó un buen día a mi pupitre (No por primera vez, no sé de donde sacaba tanta paciencia) y me dijo picaresco: Si le prestaras atención a mis números con la misma pasión con que dibujas, estoy seguro que sería una de mis mejores alumnas. Hoy empezamos con geometría del espacio, que crees de este problema?. Me acerqué dudosa al pizarrón pero luego de escuchar la explicación y para júbilo de mi profe, pude resolver el ejercicio, por supuesto, a mi manera rara de sacar cálculos. Lástima que la magia no duró cuando llegaron las aritméticas. La próxima vez que mi mamá visitó la escuela el profe le dijo con la mayor tranquilidad: Su hija es anti-números señora, pero gracias a la ciencia hoy tenemos las calculadoras.
7. Tu hija es rara!
Esta si me dolió mucho y por unos cuantos años me tornó huraña y poco afectuosa. La verdad es que lo dijo una persona cercana a la familia y no con la mejor de las intenciones. En plena pubertad, hacía mucho que conocía mis preferencias. Lo supe cuando en preescolar una maestra no muy feliz de su profesión, le dijo a mis padres que yo me portaba mal en clases y que no aprendía porque siempre estaba en las nubes. La verdad es que aquella nube tenia nombre y apellidos, cabello negro, ojos claros y una hermosa nariz que combinaba a la perfección con su linda sonrisa. El chico se sentaba justo a mi lado y yo pretendía mirar a la ventana mientras memorizaba todas las líneas de su rostro.
Mi reacción al escuchar el venenoso comentario fue dejar de hablarle a mi mejor amiga por unos cuantos días. Pues no concebía que a sus oídos llegaran semejantes palabras hirientes. Todo porque a diferencia de la mayoría de las jóvenes de mi pequeño pueblo, yo me negaba a traer un novio a casa y ocupaba mis días en leer, estudiar o colgarme de mis amigas en mis locas aventuras (excursiones, clubes de amigas, fiestas de disfraces). Hace mucho que tales cosas dejaron de preocuparme y es cierto que a veces me cuesta ser cariñosa (no siempre se curan del todo los traumas de la infancia). Me importa poco lo que digan de mi y no discrimino raza, cultura, religión, sexo u orientación sexual.
Como estas siete frases, existen todo un arsenal que acabaría por llenar innumerables páginas de este humilde blog. En todo caso prefiero dejarles a ustedes la posibilidad de contar sus querellas, y compartir una experiencia más. Por esta vez, solo espero mis palabras den un aliciente a las heridas de la infancia. Después de todo, al final de nuestra historia, el patito feo se transformará siempre en un espléndido cisne.
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