Duele la palabra en la mano que no sueña con el verso. Duele aún sin saber que le hinca en lo más profundo de su prosa. Aquella mano que se niega a la pluma y al papel. Duélele tanto, que cuando se abre, de sus dedos brotan caricias al vacío.

martes, 10 de junio de 2014

De carne y hueso

Son las 7:00 de la mañana, es la tercera vez que apago la alarma del teléfono y mientras me estiro en la cama y me estrujo el rostro intentando desperezarme, pienso en lo maravilloso que seria quedarme bajo las colchas un ratito más. Quien me habrá mandado a quedarme despierta hasta las 3:00 de la madrugada, ahora no tendría tanto sueño... así me digo, mientras me levanto de un tirón y me miro al espejo; tengo los ojos rojos como llamaradas y los restos de Rimel le dan a mis ojeras un tono más oscuro, el cabello no tiene solución pareciera haber sufrido una descarga eléctrica. Voy arrastrando los pies hasta el baño, una ducha bien caliente activa mis músculos, cepillo mis dientes, dos o tres muecas y mi reflejo me dice que me apure. Ya llevo media hora dando vueltas y aun no decido que me pondré, es el primer día de trabajo y quiero verme bien, miro el reloj y agarro lo primero que esta a mi alcance, al final fue lo primero que saqué del ropero. Me maquillo a la velocidad de la luz, los zapatos, la colonia, la cartera, otra mueca en el espejo, esta vez seguida de una sonrisa, cepillo de nuevo el cabello con la esperanza de que se acomode pero el milagro no ocurre, suspiro y me voy a la cocina, un vaso de jugo y una rodaja de pan casi se me atoran en la garganta. Sombrilla, abrigo, cartera... y yo escalera abajo como loca en busca del elevador, presiono el botón y listo.

Al fín salgo del edificio, un saludo al portero que avisa del chaparrón, le enseño la sombrilla y afuera. El día está gris y el frío me cala los huesos, los automóviles pasan levantando el agua del asfalto que casi va a dar a mis zapatos, reniego pero nadie se da cuenta, camino casi corro hasta la proxima esquina donde Nascimento nos va a recoger, el dijo 8:30 pero por si las moscas nos vamos más temprano. No me gusta esperar, no soy dotada de paciencia, miro a todos lados, la gente me pasa por el costado, una ojeada y adelante, simulando hormigas locas, con la diferencia que las hormigas en algun punto del trayecto cruzan sus antenas, las personas ni se miran, van casi una al lado de la otra pero no existe una palabra, un gesto... En eso llegan los demás, nos saludamos en calurosos abrazos, ya estamos todos. Otro carro y va el agua directo a mis zapatos, esta vez reniego con más fuerza pero nadie escucha, levanto la mirada y respiro profundo, todos ríen menos yo, con lo que detesto ensuciar los zapatos. Nascimento llega, nos subimos a la Van y al trabajo.

Los edificios parecen grandes torres que se elevan al cielo, con razón aquí siempre hay frío, con lo que cuesta que un rayo de sol pase por entre esos gigantes... Ahí va una señora en traje deportivo con su perro o es el perro quien la lleva a ella, en la esquina un mendigo aun duerme abrazado de su can, nadie lo mira, no existe, la señora pasa por su lado y si no es por su mascota que va directo a oler a aquella otra que acompaña al desprotegido, no se da cuenta que está a dos pasos de arrollarlo. Los cafés aun estan cerrados, imagino que porque cierran tarde o porque para las personas que sirven es muy temprano.

Poco a poco vamos saliendo del centro, las edificaciones se van haciendo más pequeñas y aparecen los grafittis coloridos en los muros. Las paradas estan llenas de gente, los puestos improvisados despiden un olor a fritura que hace aguas mi boca. Las bicicletas y motos llenan la carretera y un bus va casi a nuestro lado, la gente en su interior conversa animada, una anciana ríe con una muchacha, un niño que hace burlas por el cristal, un señor de bigote le cuenta alguna historia a una mujer de pelo castaño y un joven con auriculares revisa su teléfono.

Aquí el ruido es intenso pero se siente bien, puedo reir a carcajadas sin miedo a ser requerida por la señora de al lado. No me molesta enfangar mis zapatos pues se ven mejor sucios, se parecen a los del resto, gastados y maltratados, pero a nadie le preocupa, con tal que yo este ahi en esa mesa dipuesta a ayudarlos. Todos me escuchan si hablo por eso tomo cuidado de no decir groserías y a mi paso me saluda el viejo, el niño, la señora que viene acompañada de su perro, el muchacho de los auriculares se los quita y apaga la música si lo saludo... Aquí en donde trabajo la gente ya no parecen hormigas y el sol entra por mi ventana por lo que me quito el abrigo. Aqui la gente es de carne y hueso, siente y padece, escucha, conversa, canta. El desprotegido se sienta a mi lado y su can se echa a mis pies como si fuera un hábito. Aquí como frituras mientras espero el bus y me entero del último comentario sobre la Copa.

Y ya no quiero volver a donde las calles frías y los gigantes de piedra, donde nadie me ve y el mendigo aun está en la acera. Son las 5:00 de la tarde, fué una jornada buena, voy con el corazón lleno de esperanzas nuevas. Me estiro y estrujo mi rostro, no quiero regresar donde el charco de agua espera a limpiar mis zapatos. Voy arrastrando los pies y haciendo muecas.

                                                                                                                   Yury
                                                                               

No hay comentarios.:

Publicar un comentario