Duele la palabra en la mano que no sueña con el verso. Duele aún sin saber que le hinca en lo más profundo de su prosa. Aquella mano que se niega a la pluma y al papel. Duélele tanto, que cuando se abre, de sus dedos brotan caricias al vacío.

sábado, 31 de mayo de 2014

El hombre más joven del mundo

¿ La persona que más me gusta en el mundo?... Es una pregunta simple. Para algunos es un actor, para otros un escritor, pintor o cantante, pudiendo ser cualquiera de esos pero del género femenino. Pueden ser muchas las opciones. Famosos o no, para mi es algo más. No es solo la persona que más me gusta, es toda una leyenda.

Él es un hombre de baja estatura, complexión delgada, razgos afilados y ásperos. Tiene manos grandes, artejos gruesos de tanto apretar tuercas y tornillos, martillar y doblar grandes y oxidados hierros; uñas deformes, manchadas por la nicotina y la grasa. El sudor, que expira petróleo, llega siempre en su abrazo lleno de ternura. A las seis de la madrugada ya está en pie, no pide cosa alguna pero cuando recibe la taza de café, amargo y caliente, tiene una sonrisa en el rostro; la boca casi sin dientes, puede iluminar un día sin sol. Prende el primer cigarro y continúa inmerso en su jornada. Siempre alguna cosa que hacer, alguien a quien ayudar, algo que reparar. Sin tiempo para el descanso, sin prisa, sin pereza, sin parar. Solo detiene su faena para el beso, que derrama amor en tu frente, el abrazo cálido, la palabra bonita y suave.

Tiene una nariz grande, tan grande como su frente, como su corazón. En las tardes, se sienta en el portal, en un banco de madera que él mismo construyó. Su cabello de nuve, escaso y su frente ancha y calma, los ojos castaños sobre el libro en sus manos, esas manos de petróleo, de hierro, de tierra, de amor.

Ochenta y nueve, él dice, ¿ Ochenta y qué? alguien pregunta con cara de tonto, si poder creer lo que escucha, mientras observa a aquel anciano de caminar recto, que le sonríe pícaro y lo mira a los ojos, con ese brillo que le penetra el alma; aquel mismo que toca la guitarra cada noche en el umbral, aquel que siempre encuentra el tiempo para mantener verde la huerta, para su taller y sus cachibaches, para sus santos y sus astros, para leer, para cantar, para sonreir, para ayudar. Ochenta y nueve y aun no se acuesta sin saber que comió cada uno de sus hijos y nietos, si ya estan en casa descansando, si no necesitan nada más. Una vuelta a la esquina, la visita al amigo que extraña, que lo necesita. Un traguito de café, otro cigarro, la tele que no lo escucha y sus propias conclusiones de la última noticia. Ochenta y nueve años tiene mi abuelo Edecio, el hombre más joven del mundo, la persona que más me gusta. Un hombre simple, pequeño y peculiar. Pero ninguno como él, tan viejo y tan joven.


                                                                                                                                  Yury

No hay comentarios.:

Publicar un comentario