Duele la palabra en la mano que no sueña con el verso. Duele aún sin saber que le hinca en lo más profundo de su prosa. Aquella mano que se niega a la pluma y al papel. Duélele tanto, que cuando se abre, de sus dedos brotan caricias al vacío.

miércoles, 2 de enero de 2019

De políticos y poetas.

Los poetas no entendemos de Política, aunque en ocasiones por la profundidad del debate y ante la sensualidad imbatible de nuestra eterna enamorada: La palabra; nos tornamos estandartes de la voluntad de los pueblos y eco de su voz impoluta.
Entonces, los poetas, temerosos de cruzar la delgada línea que separa nuestro mundo del de los políticos, nos retiramos a la sombra de la lectura, nos sentamos donde el pobre y el desvalido; para nunca olvidar el origen de nuestras penas y la dirección de nuestra lucha.
Así es como la poesía brilla con un resplandor extraño y único, encendiendo todas las almas que se arriesgan a beberla. Las duras, las infalibles y hasta las perdidas. Todas ellas se juntan para depurar el mal que aqueja a la Tierra.
El poeta, que no quiere entender de política, porque es traicionera y lavidinosa, prefiere defender su premisa de otra indulta manera. Retratando en verso la verdad de los pueblos, sembrando en su prosa la historia del universo. Para que nadie se atreva jamás a vendar los sueños. Para que nunca se empañen las palabras.