Duele la palabra en la mano que no sueña con el verso. Duele aún sin saber que le hinca en lo más profundo de su prosa. Aquella mano que se niega a la pluma y al papel. Duélele tanto, que cuando se abre, de sus dedos brotan caricias al vacío.

martes, 13 de octubre de 2020

Consejo

Las palabras pueden hacer la diferencia. Son capaces de elevar el espíritu de las personas así como llevarlas hasta el abismo del desespero. Usarlas con cautela es sabio y guardarlas con sigilo la mejor decisión. Si bien los poetas nos valemos de ellas hasta de forma superlativa para expresarnos, a veces (muchas veces) las preferimos atascadas en lo profundo del alma y aludimos a las lágrimas para despojar el grito que quema en la garganta. Porque cuando tienes un arma sabes que puedes usarla y si la usas puedes herir a quien no debieras. Calla entonces, calla... Y ahoga tu lengua y tu rabia absurda. Deja que el tiempo apague el amargo y lave tu dolor. Quizá en pocas horas verás que no eras tú el único herido, quizá la empatía y el amor te haga cambiar de parecer y de un tirón olvides todo, como si fuera una mal sueño. Y entonces, ya no tengas que sufrir el arrepentimiento. Si no sabes amar tan fuerte como para perdonar a tu prójimo, entonces da la espada y calla a tiempo. No sea que después sea muy tarde.